16 de diciembre de 2012

La Ferrería de San Blas

   Los primeros que se interesaron por las riquezas minerales de nuestra montaña fueron los romanos, que abrieron y explotaron minas de cobre en Argovejo, Riaño, Las Salas, Lois; de hierro en Corniero, Argovejo, Ferreras del Puerto, y posiblemente de mercurio en Lois, de oro en Riaño, y de plata en Sabero y Valdoré.
   Fueron, como digo, los primeros en aprovechar de forma planificada las riquezas minerales que nuestro subsuelo albergaba. Pero con la caída del Imperio Romano esta producción prácticamente cesó, siendo necesario esperar hasta principios del siglo XIX para redescubrir la riqueza minera de nuestras montañas y valles.


Sabero
   Los inicios de esta nueva actividad minera se remontan a 1828, cuando una industria británica realizó las primeras prospecciones mineras en la provincia, descubriéndose importantes yacimientos carboníferos y ferruginosos en torno al valle de Sabero. Iniciándose los primeros trabajos dos años más tarde y convirtiéndose de esta manera en los pioneros de la minería de la provincia de León. En el año 1841 se constituye la "Sociedad Palentina de Minas" cuyo objetivo es la explotación de las vetas de hierro y carbón de hulla situadas en torno al valle de Sabero. Las primeras concesiones se encuentran en Sabero, Sahelices y en Alejico.
   En el siguiente paso se planifica la instalación de una industria siderúrgica situada lo más cerca posible a las materias primas; iniciándose por lo tanto la construcción del primer complejo industrial de nuestra provincia que comienza a funcionar en 1843, año en el que se convierte en primer accionista de la sociedad Santiago Alonso Cordero, considerado uno de los hombres más ricos del país,  junto con su amigo Casiano de Prado, figura importante de la cultura española del siglo XIX; además en ese año se procede a cambiar el nombre de la empresa por el de "Sociedad Leonesa Palentina de Minas".

Interior de la Ferrería de San Blas
Hornos que había en "La Pulga"
   La maquinaria industrial con destino a la ferrería fue importada de Inglaterra, enormes piezas como el martillo pilón, las laminadoras, máquinas sopladoras etc. fueron desembarcadas en el puerto de Gijón y transportadas hasta Sabero en carros de bueyes, teniendo que atravesar la Cordillera Cantábrica por pésimos caminos carreteros, pues el actual puerto de Pontón y la comunicación a través del desfiladero de los Beyos no fue abierto hasta 1880, recorriendo de esta penosa forma los aproximadamente 200 Km de distancia.
   El complejo siderúrgico construido tuvo un conste superior a los 17 millones de reales y constaba de dos altos hornos, que recibían el viento de dos máquinas soplantes, accionadas por 12 calderas de vapor. Con una fundería de primera clase que constaba de cinco hornos (cuatro para fundir lingotes de hierro y uno para bronce); a corta distancia de la cual se levantó la gran nave de forja que contenía en su interior cuatro trenes de cilindros movidos por una máquina de vapor, alimentada por cuatro calderas, que también se encargaba de mover el martillo pilón y las tijeras con los que se elaboraban hierros redondos, cuadrados, llantas y pletinas de diversas medidas. Esta ferrería contó con el privilegio de ser la primera de nuestro país en emplear un novedoso sistema. El método empleado en toda Europa para avivar y calentar los altos hornos mediante carbón vegetal es sustituido en Sabero por una experiencia pionera, la instalación de unos hornos que funcionen a base de carbón de cok. Este tipo de carbón era fabricado en la misma ferrería a partir del carbón mineral extraído en los alrededores, y que al poseer un mayor poder calorífico que éste, se conseguían unas temperaturas más elevadas en los hornos.

Edificio de calderas

Parte de atrás del edificio de calderas
   El complejo industrial constaba también con un gran alfar para la elaboración de ladrillos refractarios, utilizados para la construcción de las diferentes instalaciones y comercializados posteriormente. Así mismo se producían diversos productos químicos como ácido sulfúrico, caparrosa, blanco de españa y otros; también estaban los hornos dedicados a la fabricación del carbón de cok empleado en las necesidades de la misma fundería y comercializado al exterior. Todas estas instalaciones se encontraban rodeadas por un alto muro de ladrillo, fuera del cual se construyeron la casona de dirección y oficinas, las casas de los obreros y otras instalaciones como cuadras, graneros, almacenes, etc.

La casona de la dirección
   En un principio los procesos de fabricación fueron deficientes; una pésima planificación de las explotaciones de mineral hacia que una misma veta fuese atacada hasta por 40 sitios diferentes; la fundición obtenida era de mala calidad, se resquebrajaba por los bordes debido posiblemente a las impurezas contenidas en el mineral empleado y por la mala calidad del cok. Pero todas estas deficiencias y otras se fueron subsanando con el paso del tiempo consiguiendo al cabo de los años una producción de buena calidad.
   El hierro fabricado se vendía a pie de fabrica a un precio de entre 70 y 110 reales el quintal según se tratase de hierro grueso o de clases superiores atendiendo a su calidad.
   Los yacimientos de hierro más importantes de los que se abasteció la ferrería estaban localizados en Yugueros, Alejico, Sahelices, Valdoré y Argovejo, realizando su transporte en carros del país que cargaban hasta 500 gg por pésimos caminos y en ocasiones desde distancias considerables. El hierro fabricado debía ser transportado también en carros de bueyes hasta las estaciones de ferrocarril más cercanas, las situadas en Sahagún, Santas Martas y Palanquinos, cuyo penoso transporte no hacia sino encarecer el producto, pues como ya he comentado anteriormente, también producían con vistas a su comercialización carbón de cok, ladrillos refractarios y diversos productos químicos.

Ferrería en el siglo XX
Restos de los altos hornos
   En los mejores momentos de la fundición, un solo alto horno llegó a producir de forma ininterrumpida 1.300 toneladas en un año.
   La ferrería dejó de funcionar en el año 1866, trece años después de iniciar su producción, debido en parte a la falta de capital, a los enormes pagos y recargos que la Contribución Pública les exigía en razón de la enorme superficie y otros conceptos que no se encontraban en relación alguna con los beneficios obtenidos; su carencia de infraestructuras de transporte, el tren La Robla-Valmaseda no se haría realidad hasta 1894, que les permitiera un abaratamiento en los costos, la crisis económica en la que se veía sumergida España en aquellos años y en la difícil competencia que supuso la introducción de acero procedente de Inglaterra. Una serie de factores concatenados que abocaron irremisiblemente a la desaparición de esta industria pionera, en la provincia y en el país.
   Debemos considerar ahora el tremendo impacto social que estas instalaciones trajeron consigo. A principios del siglo XIX, los pueblos que integran el valle de Sabero no se diferenciaban de cualquier otro pueblo de la montaña; practicantes de una economía de subsistencia basada en los productos ganaderos y agrícolas que las escasas tierras de labor les brindaban.
   A partir de este momento los habitantes compaginarán las labores agrícolas tradicionales, las de toda la vida, con otros oficios ligados al proceso industrial que les reportarán unos ingresos extra a sus pobres economías.
   Fue necesaria una gran cantidad de mano de obra, no solamente para las labores propias de la minería, sino también para la construcción de las enormes obras del complejo siderúrgico, donde se movieron miles de metros cúbicos de tierra para adaptar el terreno, y la posterior construcción del mismo; con los medios de la época necesitaron una ingente cantidad de personal, que siendo insuficiente con la existente en la comarca, hubo de conseguirse en provincias limítrofes. A estos deberemos sumar los ingenieros, de procedencia inglesa, francesa y belga, junto al personal técnico y la mano de obra especializada, que aquí no existía, de provincias tan alejadas como Navarra, el País Vasco o incluso Málaga, que alterarían en gran manera las costumbres y forma de vida del valle.
   Los pueblos más afectados por estos cambios serian Sabero y Sahelices, en cuyos terrenos se encontraban la mayor parte de las explotaciones de mineral, y donde se instalarían la ferrería y su complejo industrial anexo. Y fueron principalmente estos dos pueblos los encargados de dar acogida y hospedaje a los recién llegados, llamados "carrilanos".
   Las casas se convertirían en fondas y pensiones improvisadas, los productos ganaderos y agrícolas, hasta entonces de consumo casero, se venderían a los recién llegados, se crearían tiendas de alimentación y tabernas, los mismos animales de labranza serian puestos a disposición de las nuevas necesidades surgidas, como serian los diferentes acarreos de minerales y productos ya acabados. Es de suponer que existiría una cierta especulación que enriquecería a determinadas personas, pero la gran mayoría seguiría trabajando de sol a sol, más si cabe que antes, sin que por ello sus vidas mejoraran ostensiblemente, pues nos consta que los párrocos de las diferentes localidades afectadas, a la hora de administrar sacramentos o hacer funerales de operarios se ven obligados a hacer precios de gracia a las familias de los mismos, pues en aquellos momentos existía una gran carencia en materia de seguridad e higiene en los diferentes trabajos, a pesar de que los servicios básicos se veían cubiertos por un médico, un hospital y una botica.
   La nueva industria siderúrgica y minera había creado un nuevo estilo de vida en el valle de Sabero y sus aledaños, y ya nunca volvería a ser igual la vida en estos pueblos, pues al cierre prematuro de la ferrería comenzó la explotación del carbón, que con diversos vaivenes se mantuvo hasta 1991, cuando las instalaciones de la empresa "Hulleras de Sabero" cerraron sus instalaciones definitivamente.
   De la ferrería apenas nos han llegado restos pues nos consta que a fines del XIX sus instalaciones, adquiridas por empresarios vascos, fueron desmanteladas, para evitar que fuesen de nuevo puestas en explotación y compitieran con la incipiente industria siderúrgica que comenzaba a funcionar en Vizcaya, quedando en la actualidad los edificios de la nave de forja, la hoy llamada "Plaza Cerrada", restos de la estructura de uno de los altos hornos, la casona de oficinas y dirección y las casas de los obreros, los "cuarteles viejos", aun habitados en la actualidad.

La Plaza Cerrada


Los cuarteles viejos
   En la actualidad en la nave de forja de la ferrería se encuentra el Museo Regional de la Siderurgia y la Minería, inaugurado el 3 de julio de 2008 y que constituye uno de los principales atractivos turísticos del Valle de Sabero.

Muse Regional de la Siderurgia y la Minería



2 comentarios:

  1. Una gran historia! A la altura de las más grandes odiseas de la época.Me imagino esa travesía de la cordillera con carros y esas tremendas máquinas...

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  2. Una gran historia! A la altura de las más grandes odiseas de la época.Me imagino esa travesía de la cordillera con carros y esas tremendas máquinas...

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